Desde la nostalgia en la lejanía, viendo descender las gotas límpias de un triste cielo, deseo evocar mi tierra en versos de Federico García Lorca.
La lluvia es diferente en cada lugar, porque cuando cae en la tierra amada, desprende perfumes que nos arrullan en el recuerdo de la infancia perdída.
LLUVIA
La lluvia tiene un vago secreto de
ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se
despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Es un
besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a
realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una
mansedumbre de atardecer constante.
Es la aurora del fruto. La que nos
trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama
vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se
sabe.
La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento
de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la
inquietud cercana del color de la carne.
El amor se despierta en el gris
de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero
nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en
los cristales.
Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al
infinito blanco que les sirvió de madre.
Cada gota de lluvia tiembla en
el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del
agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no
sabe.
¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y
serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la
verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!
¡Oh lluvia
franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes
manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi
pecho con tus sonidos abres.
El canto primitivo que dices al
silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando
mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave.
Mi
alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa
irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me
impide que corra a contemplarte.
¡Oh lluvia silenciosa que los árboles
aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas
nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!
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